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La imprenta en España moldeó el castellano al exigir a los impresores unificación de normas ortográficas y tipográficas.

La imprenta en España moldeó el castellano al exigir a los impresores unificación de normas ortográficas y tipográficas.

LOGROÑO, 8 de diciembre.

El nacimiento de la imprenta en suelo español desempeñó un papel fundamental en la formación del castellano tal como lo conocemos hoy. A lo largo de cuatro siglos, esta tecnología revolucionaria facilitó la transmisión de ideas y textos, impulsando a impresores y correctores a establecer un conjunto de normas que buscaran estabilizar la ortografía y la tipografía, en un contexto donde prevalecía la desorganización en la escritura durante casi toda la Edad Moderna.

Esta significativa aportación es uno de los principales hallazgos de la tesis titulada 'Análisis de prácticas compositivas en la imprenta manual española y su incidencia en la fijación de las normas ortográficas y ortotipográficas en la escritura de la lengua castellana', con la que Raquel Marín Álvarez ha obtenido su doctorado en la Universidad de La Rioja, logrando la calificación sobresaliente 'cum laude'.

La investigación fue desarrollada en el Departamento de Filologías Hispánica y Clásicas de dicha universidad, en el marco del programa de Doctorado 681D en Humanidades (Real Decreto 99/2011). La tesis estuvo bajo la dirección de Miguel Ángel Muro Munilla, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y de Albert Corbeto López, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

A través de su investigación doctoral, Marín Álvarez se propuso aclarar la influencia que la imprenta tuvo en la definición de las normas ortográficas y ortotipográficas en un periodo caracterizado por la ausencia de reglas en la escritura en castellano.

La llegada de la imprenta a España no solo propició un mayor acceso a la cultura al permitir tiradas más amplias y precios más asequibles de los libros, sino que la transición de los manuscritos a los impresos sistematizados significó que los talleres de impresión se convirtieran en actores esenciales en la conformación de la lengua española. A lo largo de los siglos, se establecieron como los principales portadores del pensamiento y la expresión escrita.

La imprenta, en su afán por alcanzar la uniformidad ortográfica y tipográfica en los textos en español, trató de seleccionar minuciosamente los signos más apropiados, un proceso que Marín Álvarez compara con una selección natural al estilo darwiniano: "Pronto se desdibujaron las fronteras entre normas ortográficas, tipográficas y de composición de página, porque en los impresos inevitablemente interactuaban estos tres dominios", comenta la investigadora.

Antes de la llegada de la Ilustración, las imprentas en España lidiaban con un material escaso, en su mayoría importado, y carecían de tipos diseñados específicamente para la lengua española. "Las tipografías no estaban completas y a menudo no incluían los elementos que se encontraban en los textos manuscritos, que eran mucho más ricos y variados", apunta Marín Álvarez.

Además, los juegos de matrices no contenían todos los caracteres necesarios para el español, ya que estaban adaptados a otros idiomas. La llegada de la letra eñe, por ejemplo, supuso un desafío para los impresores, quienes debieron recurrir a artesanos locales y desarrollar diferentes soluciones, dependiendo de la habilidad del tipógrafo.

La tesis de Marín Álvarez presenta otros cuatro ejemplos notables sobre esta evolución. En primer lugar, se aborda el signo de apertura en las interrogaciones y exclamaciones, una tradición casi exclusiva del español. Aunque el signo de cierre se incluía en los tipos importados, el de apertura fue elaborado por los impresores, quienes lo adaptaron para marcar el inicio de una pregunta. La Real Academia Española reconoció su uso en 1754, aunque su normalización no ocurrió hasta 1904.

Un segundo ejemplo es la coexistencia durante mucho tiempo de la 'ese' larga y la 'ese' corta, cuyo uso dependía de su posición en la palabra. Los impresores de Madrid dejaron de utilizar la 'ese' larga en 1760.

Un tercer caso es la eliminación del espacio previo al signo de puntuación, que era un elemento obligatorio en español, pero que fue abolido, mientras que en otras lenguas, como el francés o el alemán, se mantuvo. Por último, la investigación destaca la adopción de la coma curva y del punto y coma aldino, ambos introducidos por Aldo Manuzio en sus punzones tipográficos.

La creación del alfabeto romano y la incorporación de la cursiva respondieron a las nuevas necesidades gráficas de los libros, que exigían formas previamente difíciles de transcribir con claridad. En este contexto, la necesidad generaba la innovación, y no al contrario.

En resumen, las imprentas, al ocupar un vacío dejado por las funciones de los ortógrafos en la evolución de la puntuación, tuvieron un impacto decisivo en el establecimiento de las normas ortográficas y tipográficas dentro del español. Su papel primordial en la edificación de la lengua castellana se debe a un conjunto de prácticas compositivas que llevaron a la adopción de pautas por parte de instituciones surgidas en el siglo XVIII, como la Real Academia Española, que abogan por el uso correcto del idioma.

Marín Álvarez, en su trabajo doctoral, exploró una vasta cantidad de fuentes históricas, enfocándose principalmente en dos centros: la Biblioteca Nacional de España (a través de la Biblioteca Digital Hispánica) y la Biblioteca de la Universidad de La Rioja, así como el servicio de Préstamo Interbibliotecario y Acceso al documento.

Asimismo, también se beneficiaron de las fuentes modernas disponibles gracias a la Biblioteca de La Rioja, el Instituto de Estudios Riojanos (IER) y la Biblioteca de Cilengua, lo que ha permitido enriquecer su investigación y conectar la teoría de la imprenta con la evolución de la puntuación y del Humanismo.