La Rioja es conocida por sus vinos, su gastronomía y su rico patrimonio cultural. Pero hay un capítulo de su historia que a menudo se pasa por alto: la presencia del Cister en tierras riojanas. Esta orden religiosa dejó una huella profunda en la región, con monasterios que se convirtieron en importantes centros de producción agrícola y vitivinícola, así como en puntos de referencia espiritual y cultural.
El Cister fue fundado en Francia en el siglo XI con el objetivo de volver a los valores más estrictos y ascéticos de la Regla de San Benito. Desde allí, la orden se expandió rápidamente por toda Europa, con fundaciones en España, Portugal, Italia, Inglaterra y otros países. En La Rioja, el primer monasterio cisterciense fue el de Santa María de Nájera, fundado en el siglo XII.
Pero fue durante los siglos XIII y XIV cuando el Cister alcanzó su mayor desarrollo en La Rioja. El monasterio de Cañas, fundado en 1170, se convirtió en uno de los más importantes de la península ibérica, gracias a su estratégica ubicación en el Camino de Santiago y a la riqueza de sus tierras y viñedos. Otros monasterios cistercienses de la zona fueron los de San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada, Fitero y Tulebras.
Los monasterios cistercienses de La Rioja tuvieron un gran impacto en la economía de la zona, gracias a su labor en la agricultura y la viticultura. Los monjes cistercienses eran expertos en el cultivo de la vid, y se dice que introdujeron en España la técnica de la poda en espaldera, que permite un mayor rendimiento y una mejor calidad de la uva.
Además, los monasterios cistercienses también se dedicaron a la cría de ganado, la producción de cereales y legumbres, y la creación de sistemas de regadío y aprovechamiento del agua. Todo ello contribuyó a fomentar el desarrollo económico y el progreso en La Rioja.
Los monasterios cistercienses de La Rioja destacan por su arquitectura sobria y austera, que refleja la búsqueda de la sencillez y la humildad propias de la orden. Los edificios se caracterizan por su planta rectangular, con una nave central y dos laterales, y por su rica decoración escultórica, que se puede apreciar en capiteles, arquivoltas y tímpanos.
Uno de los ejemplos más notables de arquitectura cisterciense en La Rioja es el monasterio de Santa María la Real de Nájera, que cuenta con una impresionante portada del siglo XIII y una capilla funeraria con magníficas pinturas murales góticas.
El Cister no sólo fue importante desde el punto de vista económico y arquitectónico, sino que también dejó una huella profunda en la cultura y la espiritualidad de La Rioja. Los monjes cistercienses se dedicaban a la oración, la meditación y el estudio de las Sagradas Escrituras, y a menudo eran considerados como consejeros y guías espirituales por la población local.
Además, muchos de los monjes cistercienses de La Rioja destacaron por su labor cultural, escribiendo crónicas, tratados teológicos y obras literarias en latín y en castellano. Uno de los más célebres fue Gonzalo de Berceo, poeta y hagiógrafo que vivió en el monasterio de San Millán de la Cogolla en el siglo XIII.
En resumen, el legado del Cister en La Rioja es un capítulo importante en la historia de la región, que merece ser valorado y difundido entre locales y visitantes. Los monasterios cistercienses son una muestra de la combinación de espiritualidad y pragmatismo que caracterizó a la orden, y su influencia en la agricultura, la viticultura, la arquitectura y la cultura en general es innegable.