El movimiento 15-M, también conocido como Movimiento de los Indignados, tuvo su origen en España en el año 2011. Surgió como respuesta a la crisis económica que afectaba al país, con altas tasas de desempleo, recortes en los servicios públicos y un clima de descontento generalizado en la sociedad.
En España, la crisis económica de 2008 tuvo un fuerte impacto en la población, con la pérdida de empleos, el aumento de la deuda pública y la precarización de las condiciones laborales. A nivel internacional, movimientos como la Primavera Árabe y Occupy Wall Street inspiraron a los activistas españoles a iniciar su propio movimiento de protesta.
La convocatoria del 15 de mayo de 2011 fue el punto de partida del movimiento 15-M en España. A través de las redes sociales y la movilización ciudadana, miles de personas se congregaron en la Puerta del Sol de Madrid para manifestar su indignación ante la crisis y la falta de representatividad política.
El movimiento 15-M se caracterizó por su carácter horizontal y descentralizado, con una amplia diversidad de demandas y propuestas. Entre las principales reivindicaciones del movimiento se encontraban la lucha contra la corrupción, la defensa de los servicios públicos, la reforma del sistema electoral y la creación de una democracia participativa.
Las asambleas populares fueron el principal mecanismo de participación del movimiento 15-M. En estos espacios de debate y deliberación, los ciudadanos podían expresar sus opiniones, proponer acciones y tomar decisiones colectivas. La horizontalidad y la autonomía fueron valores fundamentales en la organización del movimiento.
Además de las asambleas, el movimiento 15-M se caracterizó por sus acciones directas y movilizaciones en las calles. Desde acampadas en plazas emblemáticas hasta manifestaciones multitudinarias, los activistas buscaban visibilizar sus demandas y presionar a las autoridades para que atendieran sus reivindicaciones.
Aunque el movimiento 15-M tuvo un impacto limitado en términos de cambios políticos inmediatos, su legado perdura en la sociedad española. El surgimiento de nuevas formas de participación ciudadana, la atención a la crisis climática y la lucha contra la desigualdad son algunos de los temas que el movimiento contribuyó a visibilizar en el debate público.
Aunque el movimiento 15-M no logró transformar el sistema político español de manera inmediata, su influencia se puede apreciar en la emergencia de nuevos partidos políticos como Podemos y en la renovación de la agenda política en temas como la transparencia, la participación ciudadana y los derechos sociales.
El movimiento 15-M revitalizó el activismo social en España y en otros países, inspirando a nuevas generaciones de activistas a organizarse y luchar por un cambio social y político. La creación de redes de solidaridad, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra las injusticias son algunos de los legados del movimiento que perduran en la actualidad.