Tres afortunados viajeros del Alvia Barcelona-Bilbao se benefician de la generosidad de una bodega en Alcanadre.

LOGROÑO, 29 de abril. Ayer, un tren Alvia que viajaba de Barcelona a Logroño se detuvo inesperadamente cuando sólo faltaban 33 kilómetros para su destino, dejando a unos 170 pasajeros a bordo. El maquinista, atento a las señales de problemas eléctricos, decidió parar en un punto no previsto, frente a la estación de Alcanadre, lo que convirtió el incidente en una oportunidad afortunada para los viajeros.
A pesar de la confusión inicial y la falta de información tanto dentro del tren como en la estación de Logroño, los pasajeros pudieron abrir las puertas y salir al exterior, donde la incertidumbre comenzó a despejarse. La atención prestada por el personal ferroviario permitió que los viajeros notaran que la situación no era tan grave como podría haber sido, y así algunos comenzaron a descender del tren.
En ese momento, la comunidad local intervino de manera ejemplar. La bodega Gómez Aguirre, una empresa familiar con más de un siglo de historia, se convirtió en un faro de ayuda. Marta Gómez, una de las propietarias, describió el episodio: “Estábamos en la oficina cuando la luz se apagó y el sistema de alerta comenzó a sonar. Al asomarnos por la ventana, nos percatamos de que el Alvia había detenido su marcha en un lugar sin parada.”
Movidos por la solidaridad, Marta y sus colegas decidieron actuar. “Al ver la oscuridad en el pueblo y el tren parado, salimos para ver qué sucedía”, comentó junto a su compañera Clara Gómez. Lo que comenzó como una interrupción inesperada se transformó en una jornada inolvidable de solidaridad comunitaria.
Mientras los pasajeros evacuaban, el equipo de Gómez Aguirre se puso manos a la obra. “Les ofrecimos agua, galletas, atún... Lo básico para que se sintieran mejor. Aunque no pudimos preparar café, les servimos vino, porque estábamos en nuestra bodega y no podíamos dejar de lado la hospitalidad”, relató con una sonrisa Marta.
Aún con la falta de electricidad y las dificultades que eso conllevaba, los trabajadores hicieron todo lo posible. “Algunos pasajeros pidieron cargar sus móviles, pero debíamos ingeniárnoslas para ayudarles en la comunicación”, añadió. Sin embargo, gracias a la solidaridad del hijo de Marta y otros vecinos, muchos lograron llegar a Logroño en coches particulares, lo que agradecieron enormemente los afectados.
“Fue un acto natural”, reflexionó Marta, “y todos quisieron hacer lo que pudieron, como ofrecer acceso al baño para los pasajeros que lo necesitaban”. La situación, aunque estresante, reveló el compromiso y la humanidad de quienes estaban en el área, creando un ambiente de camaradería entre desconocidos en medio de la crisis.
Finalmente, después de varias horas de espera, llegaron autobuses alrededor de las 18:30 de la tarde para trasladar a los viajeros a su destino, ofreciendo un final feliz a una situación complicada. “Fue un día especial, marcado por la solidaridad, que no olvidaremos pronto”, concluyó Marta, recordando cómo la comunidad se unió para ofrecer apoyo frente a la adversidad.
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